RV60a
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LBLA
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NVI
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TLA
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1
Los sellos
Vi cuando el Cordero abrió
uno de los sellos, y oí a uno de los cuatro seres vivientes decir como con
voz de trueno: Ven y mira.
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1 Vi
cuando el Cordero abrió uno de los siete sellos, y oí a uno de los cuatro
seres vivientes que decía, como con voz de trueno: Ven.
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1
Los sellos
Vi cuando el Cordero rompió el primero de los siete sellos, y oí a
uno de los cuatro seres vivientes, que gritaba con voz de trueno: «¡Ven!»
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1 En el momento en que el Cordero rompía el
primero de los siete sellos, oí que uno de los cuatro seres vivientes decía
con voz de trueno: «¡Acércate!»
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2 Y miré,
y he aquí un caballo blanco;(A) y
el que lo montaba tenía un arco; y le fue dada una corona, y salió venciendo,
y para vencer.
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2 Miré, y
he aquí, un caballo blanco; y el que estaba montado en él tenía un arco; se
le dio una corona, y salió conquistando y para conquistar.
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2 Miré, ¡y apareció un caballo blanco! El jinete
llevaba un arco; se le dio una corona, y salió como vencedor, para seguir
venciendo.
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2 Miré entonces, y vi salir un caballo blanco.
El que lo montaba llevaba en la mano flechas y un arco, y le dieron una
corona. Había vencido a sus enemigos, y salía dispuesto a seguir venciendo.
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3 Cuando
abrió el segundo sello, oí al segundo ser viviente, que decía: Ven y mira.
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3 Cuando
abrió el segundo sello, oí al segundo ser viviente que decía: Ven.
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3 Cuando el Cordero rompió el segundo sello, oí
al segundo ser viviente, que gritaba: «¡Ven!»
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3 Cuando el Cordero rompió el segundo sello, oí
que decía el segundo de los seres vivientes: «¡Acércate!»
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4 Y salió
otro caballo, bermejo;(B) y al que
lo montaba le fue dado poder de quitar de la tierra la paz, y que se matasen
unos a otros; y se le dio una gran espada.
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4
Entonces salió otro caballo, rojo; y al que estaba montado en él se le
concedió quitar la paz de la tierra y que los
hombres se mataran unos a otros; y se le dio una gran espada.
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4 En eso salió otro caballo, de color rojo
encendido. Al jinete se le entregó una gran espada; se le permitió quitar la
paz de la tierra y hacer que sus habitantes se mataran unos a otros.
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4 Salió entonces un caballo rojizo. Y Dios le
dio permiso al jinete de acabar con la paz del mundo, y de hacer que unos a
otros se mataran. Y le dieron una gran espada.
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5 Cuando
abrió el tercer sello, oí al tercer ser viviente, que decía: Ven y mira. Y
miré, y he aquí un caballo negro;(C)
y el que lo montaba tenía una balanza en la mano.
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5 Cuando
abrió el tercer sello, oí al tercer ser viviente que decía: Ven. Y miré, y he
aquí, un caballo negro; y el que estaba montado en él tenía una balanza en la
mano.
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5 Cuando el Cordero rompió el tercer sello, oí
al tercero de los seres vivientes, que gritaba: «¡Ven!» Miré, ¡y apareció un
caballo negro! El jinete tenía una balanza en la mano.
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5 Cuando el Cordero rompió el tercer sello, oí
que decía el tercero de los seres vivientes: «¡Acércate!» Luego vi un caballo
negro. El que lo montaba llevaba una balanza en la mano.
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6 Y oí
una voz de en medio de los cuatro seres vivientes, que decía: Dos libras de
trigo por un denario, y seis libras de cebada por un denario; pero no dañes
el aceite ni el vino.
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6 Y oí
como una voz en medio de los cuatro seres vivientes que decía: Un litro de
trigo por un denario, y tres litros de cebada por un denario, y no dañes el
aceite y el vino.
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6 Y oí como una voz en medio de los cuatro seres
vivientes, que decía: «Un kilo de trigo, o tres kilos de cebada, por el
salario de un día; pero no afectes el precio del aceite y del vino.»[a]
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6 Y de en medio de los cuatro seres vivientes oí
una voz que decía: «El salario de todo un día de trabajo sólo alcanzará para
comprar un kilo de trigo o tres kilos de cebada. ¡Pero no subas el precio del
aceite ni del vino!»
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7 Cuando
abrió el cuarto sello, oí la voz del cuarto ser viviente, que decía: Ven y
mira.
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7 Cuando
abrió el cuarto sello, oí la voz del cuarto ser viviente que decía: Ven.
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7 Cuando el Cordero rompió el cuarto sello, oí
la voz del cuarto ser viviente, que gritaba: «¡Ven!»
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7 Cuando el Cordero rompió el cuarto sello, oí
que decía el cuarto de los seres vivientes: «¡Acércate!»
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8 Miré, y
he aquí un caballo amarillo, y el que lo montaba tenía por nombre Muerte, y
el Hades le seguía; y le fue dada potestad sobre la cuarta parte de la
tierra, para matar con espada, con hambre, con mortandad, y con las fieras de
la tierra.(D)
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8 Y miré,
y he aquí, un caballo amarillento; y el que estaba montado en él se llamaba
Muerte; y el Hades lo seguía. Y se les dio autoridad sobre la cuarta parte de
la tierra, para matar con espada, con hambre, con pestilencia y con las
fieras de la tierra.
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8 Miré, ¡y apareció un caballo amarillento! El
jinete se llamaba Muerte, y el Infierno[b]
lo seguía de cerca. Y se les otorgó poder sobre la cuarta parte de la tierra,
para matar por medio de la espada, el hambre, las epidemias y las fieras de
la tierra.
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8 Después vi un caballo pálido y amarillento. El
que lo montaba se llamaba Muerte, y lo seguía el representante del reino de
la muerte. Y los dos recibieron poder para matar a la cuarta parte de los
habitantes de este mundo, con guerras, hambres, enfermedades y ataques de
animales salvajes.
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9 Cuando
abrió el quinto sello, vi bajo el altar las almas de los que habían sido
muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían.
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9 Cuando el Cordero abrió el quinto sello, vi debajo del
altar las almas de los que habían sido muertos a causa de la palabra de Dios
y del testimonio que habían mantenido;
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9 Cuando el Cordero rompió el quinto sello, vi
debajo del altar las almas de los que habían sufrido el martirio por causa de
la palabra de Dios y por mantenerse fieles en su testimonio.
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9 Cuando el Cordero rompió el quinto sello, vi
debajo del altar a las almas de los que habían sido asesinados por anunciar
el mensaje de Dios.
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10 Y
clamaban a gran voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no
juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra?
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10 y
clamaban a gran voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, oh Señor santo y verdadero,
esperarás para juzgar y vengar nuestra sangre de los que moran en la tierra?
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10 Gritaban a gran voz: «¿Hasta cuándo, Soberano
Señor, santo y veraz, seguirás sin juzgar a los habitantes de la tierra y sin
vengar nuestra muerte?»
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10 Decían con fuerte voz: «Dios todopoderoso, tú
eres santo y siempre dices la verdad. ¿Cuándo te vengarás de los que nos
mataron? ¿Cuándo los castigarás?»
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11 Y se
les dieron vestiduras blancas, y se les dijo que descansasen todavía un poco
de tiempo, hasta que se completara el número de sus consiervos y sus
hermanos, que también habían de ser muertos como ellos.
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11 Y se
les dio a cada uno una vestidura blanca; y se les dijo que descansaran un
poco más de tiempo, hasta que se completara también el número
de sus consiervos y de sus hermanos que habrían de ser muertos como
ellos lo habían sido.
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11 Entonces cada uno de ellos recibió ropas
blancas, y se les dijo que esperaran un poco más, hasta que se completara el
número de sus consiervos y hermanos que iban a sufrir el martirio como ellos.
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11 Entonces Dios les dio ropas blancas, y les
dijo que debían esperar un poco más, porque aún no habían muerto todos los
cristianos que debían morir como ellos.
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12 Miré
cuando abrió el sexto sello, y he aquí hubo un gran terremoto;(E) y el sol se puso negro como tela de
cilicio, y la luna se volvió toda como sangre;
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12 Vi
cuando el Cordero abrió el sexto
sello, y hubo un gran terremoto, y el sol se puso negro como cilicio hecho de cerda, y la luna toda se volvió como
sangre,
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12 Vi que el Cordero rompió el sexto sello, y se
produjo un gran terremoto. El sol se oscureció como si se hubiera vestido de
luto,[c] la luna entera se
tornó roja como la sangre,
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12 Cuando el Cordero rompió el sexto sello, miré,
y hubo un gran terremoto. El sol se oscureció, y la luna se puso roja como la
sangre.
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13 y las
estrellas del cielo cayeron sobre la tierra,(F)
como la higuera deja caer sus higos cuando es sacudida por un fuerte viento.
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13 y las
estrellas del cielo cayeron a la tierra, como la higuera deja caer sus higos
verdes al ser sacudida por un fuerte viento.
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13 y las estrellas del firmamento cayeron sobre
la tierra, como caen los higos verdes de la higuera sacudida por el vendaval.
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13 Las estrellas cayeron del cielo a la tierra,
como cae la fruta del árbol cuando un fuerte viento lo sacude.
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14 Y el
cielo se desvaneció como un pergamino que se enrolla;(G) y todo monte y toda isla se removió de su
lugar.(H)
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14 Y el
cielo desapareció como un pergamino que se enrolla, y todo monte e isla
fueron removidos de su lugar.
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14 El firmamento desapareció como cuando se
enrolla un pergamino, y todas las montañas y las islas fueron removidas de su
lugar.
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14 Además, el cielo fue desapareciendo, como cuando
se enrolla una hoja de pergamino, y todas las montañas y las islas fueron
llevadas a otro lugar.
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15 Y los
reyes de la tierra, y los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos, y
todo siervo y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de
los montes;(I)
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15 Y los
reyes de la tierra, y los grandes, los comandantes, los ricos, los poderosos,
y todo siervo y todo libre, se
escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes;
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15 Los reyes de la tierra, los magnates, los
jefes militares, los ricos, los poderosos, y todos los demás, esclavos y
libres, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de las montañas.
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15 Entonces todos los reyes de la tierra, y toda
la gente importante, intentaron esconderse en las cuevas y entre las rocas de
las montañas. Lo mismo hicieron los comandantes de los ejércitos, los ricos,
los poderosos, los esclavos y los que eran libres.
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16 y
decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos(J) del rostro de aquel que está sentado sobre
el trono, y de la ira del Cordero;
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16 y
decían* a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros y escondednos de la
presencia del que está sentado en el trono y de la ira del Cordero,
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16 Todos gritaban a las montañas y a las peñas:
«¡Caigan sobre nosotros y escóndannos de la mirada del que está sentado en el
trono y de la ira del Cordero,
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16 Y todos ellos les decían a las montañas y a
las rocas: «¡Caigan sobre nosotros, para que no nos vea el que está sentado
en el trono! ¡Que no nos castigue el Cordero!
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17 porque
el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?(K)
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17 porque
ha llegado el gran día de la ira de ellos, ¿y quién podrá sostenerse?
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17 porque ha llegado el gran día del castigo!
¿Quién podrá mantenerse en pie?»
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17 Ha llegado el día en que Dios y el Cordero nos
castigarán, y nadie podrá resistir el castigo.»
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Viernes 20/12/2013 Apocalipsis 6.
Apocalipsis 6:1-17