RV60a
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LBLA
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NVI
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TLA
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1
Analogía
tomada del matrimonio
¿Acaso
ignoráis, hermanos (pues hablo con los que conocen la ley), que la ley se
enseñorea del hombre entre tanto que éste vive?
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1 ¿Acaso ignoráis, hermanos (pues hablo a los
que conocen la ley), que la ley tiene jurisdicción sobre una persona mientras
vive?
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1
Analogía
tomada del matrimonio
Hermanos, les hablo como a quienes conocen la
ley. ¿Acaso no saben que uno está sujeto a la ley solamente en vida?
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1 Hermanos en
Cristo, ustedes conocen la ley de Moisés, y saben que debemos obedecerla sólo
mientras vivamos.
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2 Porque la mujer casada está sujeta por la
ley al marido mientras éste vive; pero si el marido muere, ella queda libre
de la ley del marido.
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2 Pues la mujer casada está ligada por la ley
a su marido mientras él vive; pero si su marido muere, queda libre de la ley
en cuanto al marido.
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2 Por
ejemplo, la casada está ligada por ley a su esposo sólo mientras éste vive;
pero si su esposo muere, ella queda libre de la ley que la unía a su esposo.
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2 Por
ejemplo, la ley dice que la mujer casada será esposa de su marido sólo
mientras él viva. Pero si su esposo muere, ella quedará libre de la ley que
la unía a su esposo.
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3 Así que, si en vida del marido se uniere a
otro varón, será llamada adúltera; pero si su marido muriere, es libre de esa
ley, de tal manera que si se uniere a otro marido, no será adúltera.
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3 Así que, mientras vive su marido, será
llamada adúltera si ella se une a otro hombre; pero si su marido muere, está
libre de la ley, de modo que no es adúltera aunque se una a otro hombre.
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3 Por eso, si
se casa con otro hombre mientras su esposo vive, se le considera adúltera.
Pero si muere su esposo, ella queda libre de esa ley, y no es adúltera aunque
se case con otro hombre.
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3 Si ella se
va a vivir con otro hombre mientras su esposo vive todavía, se podrá culparla
de ser infiel a su esposo. Pero si su esposo muere, ella quedará libre de esa
ley, y podrá volver a casarse sin que se le acuse de haber sido infiel.
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4 Así también vosotros, hermanos míos, habéis
muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que
resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios.
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4 Por tanto, hermanos míos, también a
vosotros se os hizo morir a la ley por medio del cuerpo de Cristo, para que
seáis unidos a otro, a aquel que resucitó de entre los muertos, a fin de que
llevemos fruto para Dios.
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4 Así mismo,
hermanos míos, ustedes murieron a la ley mediante el cuerpo crucificado de
Cristo, a fin de pertenecer al que fue levantado de entre los muertos. De
este modo daremos fruto para Dios.
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4 Algo
parecido sucede con ustedes, mis hermanos. Por medio de la muerte de Cristo,
ustedes ya no están bajo el control de la ley. Ahora ustedes son de Cristo, a
quien Dios resucitó. De modo que podemos servir a Dios haciendo el bien.
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5 Porque mientras estábamos en la carne, las
pasiones pecaminosas que eran por la ley obraban en nuestros miembros
llevando fruto para muerte.
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5 Porque mientras estábamos en la carne, las
pasiones pecaminosas despertadas por
la ley, actuaban en los miembros de nuestro cuerpo a fin de llevar fruto para
muerte.
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5 Porque
cuando nuestra naturaleza pecaminosa aún nos dominaba,[a] las malas pasiones que la ley nos
despertaba actuaban en los miembros de nuestro cuerpo, y dábamos fruto para
muerte.
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5 Cuando
vivíamos sin poder dominar nuestros malos deseos, la ley sólo servía para que
deseáramos hacer más lo malo. Y así, todo lo que hacíamos nos separaba más de
Dios.
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6 Pero ahora estamos libres de la ley, por
haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo
el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra.
El
pecado que mora en mí
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6 Pero ahora hemos quedado libres de la ley,
habiendo muerto a lo que nos ataba, de modo que sirvamos en la novedad del
Espíritu y no en el arcaísmo de la letra.
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6 Pero ahora,
al morir a lo que nos tenía subyugados, hemos quedado libres de la ley, a fin
de servir a Dios con el nuevo poder que nos da el Espíritu, y no por medio
del antiguo mandamiento escrito.
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6 Pero ahora
la ley ya no puede controlarnos. Es como si estuviéramos muertos. Somos
libres, y podemos servir a Dios de manera distinta. Ya no lo hacemos como
antes, cuando obedecíamos la antigua ley, sino que ahora obedecemos al
Espíritu Santo.
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7 ¿Qué diremos, pues? ¿La ley es pecado? En
ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco
conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás.(A)
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7 ¿Qué diremos entonces? ¿Es pecado la ley?
¡De ningún modo! Al contrario, yo no hubiera llegado a conocer el pecado si
no hubiera sido por medio de la ley;
porque yo no hubiera sabido lo que es la codicia, si la ley no hubiera dicho:
NO CODICIARAS.
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7
Conflicto
con el pecado
¿Qué concluiremos? ¿Que la ley es pecado? ¡De
ninguna manera! Sin embargo, si no fuera por la ley, no me habría dado cuenta
de lo que es el pecado. Por ejemplo, nunca habría sabido yo lo que es
codiciar si la ley no hubiera dicho: «No codicies.»[b]
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7 ¿Quiere
decir esto que la ley es pecado? ¡Claro que no! Pero si no hubiera sido por
la ley, yo no habría entendido lo que es el pecado. Por ejemplo, si la ley no
dijera: «No se dejen dominar por el deseo de tener lo que otros tienen», yo
no sabría que eso es malo.
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8 Mas el pecado, tomando ocasión por el
mandamiento, produjo en mí toda codicia; porque sin la ley el pecado está
muerto.
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8 Pero el pecado, aprovechándose del
mandamiento, produjo en mí toda clase de codicia; porque aparte de la ley el
pecado está muerto.
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8 Pero el
pecado, aprovechando la oportunidad que le proporcionó el mandamiento,
despertó en mí toda clase de codicia. Porque aparte de la ley el pecado está
muerto.
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8 Cuando no
hay ley, el pecado no tiene ningún poder. Pero el pecado usó ese mandamiento
de la ley, y me hizo desear toda clase de mal.
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9 Y yo sin la ley vivía en un tiempo; pero
venido el mandamiento, el pecado revivió y yo morí.
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9 Y en un tiempo yo vivía sin la ley, pero al
venir el mandamiento, el pecado revivió, y yo morí;
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9 En otro
tiempo yo tenía vida aparte de la ley; pero cuando vino el mandamiento, cobró
vida el pecado y yo morí.
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9 Cuando yo
todavía no conocía la ley, vivía tranquilo; pero cuando conocí la ley, me di
cuenta de que era un gran pecador
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10 Y hallé que el mismo mandamiento que era
para vida, a mí me resultó para muerte;
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10 y este mandamiento, que era para vida, a mí
me resultó para muerte;
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10 Se me
hizo evidente que el mismo mandamiento que debía haberme dado vida me llevó a
la muerte;
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10 y de
que vivía alejado de Dios. Fue así como la ley, que debió haberme dado la
vida eterna, más bien me dio la muerte eterna.
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11 porque el pecado, tomando ocasión por el
mandamiento, me engañó, y por él me mató.
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11 porque el pecado, aprovechándose del
mandamiento, me engañó, y por medio de él me mató.
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11
porque el pecado se aprovechó del mandamiento, me engañó, y por medio de él
me mató.
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11
Porque el pecado usó la ley para engañarme, y con esa misma ley me alejó de
Dios.
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12 De manera que la ley a la verdad es santa,
y el mandamiento santo, justo y bueno.
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12 Así que la ley es santa, y el mandamiento
es santo, justo y bueno.
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12
Concluimos, pues, que la ley es santa, y que el mandamiento es santo, justo y
bueno.
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12
Podemos decir, entonces, que la ley viene de Dios, y que cada uno de sus
mandatos es bueno y justo.
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13 ¿Luego lo que es bueno, vino a ser muerte
para mí? En ninguna manera; sino que el pecado, para mostrarse pecado,
produjo en mí la muerte por medio de lo que es bueno, a fin de que por el
mandamiento el pecado llegase a ser sobremanera pecaminoso.
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13 ¿Entonces lo que es bueno vino a ser causa de muerte para mí? ¡De ningún modo! Al
contrario, fue el pecado, a fin de mostrarse que es pecado al producir mi
muerte por medio de lo que es bueno, para que por medio del mandamiento el
pecado llegue a ser en extremo pecaminoso.
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13 Pero
entonces, ¿lo que es bueno se convirtió en muerte para mí? ¡De ninguna
manera! Más bien fue el pecado lo que, valiéndose de lo bueno, me produjo la
muerte; ocurrió así para que el pecado se manifestara claramente, o sea, para
que mediante el mandamiento se demostrara lo extremadamente malo que es el
pecado.
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13 Con
esto no estoy diciendo que la ley, que es buena, me llevó a la muerte. ¡De
ninguna manera! El que hizo esto fue el pecado, que usó un mandato bueno.
Así, por medio de un mandato bueno todos podemos saber lo realmente malo y
terrible que es el pecado.
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14 Porque sabemos que la ley es espiritual;
mas yo soy carnal, vendido al pecado.
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14 Porque sabemos que la ley es espiritual,
pero yo soy carnal, vendido a la esclavitud del pecado.
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14
Sabemos, en efecto, que la ley es espiritual. Pero yo soy meramente humano, y
estoy vendido como esclavo al pecado.
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14
Nosotros sabemos que la ley viene de Dios; pero yo no soy más que un simple
hombre, y no puedo controlar mis malos deseos. Soy un esclavo del pecado.
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15 Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no
hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago.(B)
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15 Porque lo que hago, no lo entiendo; porque
no practico lo que quiero hacer, sino
que lo que aborrezco, eso hago.
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15 No
entiendo lo que me pasa, pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco.
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15 La
verdad es que no entiendo nada de lo que hago, pues en vez de hacer lo bueno
que quiero hacer, hago lo malo que no quiero hacer.
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16 Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo
que la ley es buena.
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16 Y si lo que no quiero hacer, eso hago, estoy de acuerdo con la ley, reconociendo que es buena.
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16 Ahora
bien, si hago lo que no quiero, estoy de acuerdo en que la ley es buena;
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16 Pero,
aunque hago lo que no quiero hacer, reconozco que la ley es buena.
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17 De manera que ya no soy yo quien hace
aquello, sino el pecado que mora en mí.
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17 Así que ya no soy yo el que lo hace, sino
el pecado que habita en mí.
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17 pero,
en ese caso, ya no soy yo quien lo lleva a cabo sino el pecado que habita en
mí.
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17 Así
que no soy yo quien hace lo malo, sino el pecado que está dentro de mí.
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18 Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no
mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo.
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18 Porque yo sé que en mí, es decir, en mi
carne, no habita nada bueno; porque el querer está presente en mí, pero el
hacer el bien, no.
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18 Yo sé
que en mí, es decir, en mi naturaleza pecaminosa, nada bueno habita. Aunque
deseo hacer lo bueno, no soy capaz de hacerlo.
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18 Yo sé
que mis deseos egoístas no me permiten hacer lo bueno, pues aunque quiero
hacerlo, no puedo hacerlo.
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19 Porque no hago el bien que quiero, sino el
mal que no quiero, eso hago.
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19 Pues no hago el bien que deseo, sino que el
mal que no quiero, eso practico.
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19 De
hecho, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero.
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19 En
vez de lo bueno que quiero hacer, hago lo malo que no quiero hacer.
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20 Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago
yo, sino el pecado que mora en mí.
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20 Y si lo que no quiero hacer, eso hago, ya no soy yo el que lo hace,
sino el pecado que habita en mí.
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20 Y si
hago lo que no quiero, ya no soy yo quien lo hace sino el pecado que habita
en mí.
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20 Pero
si hago lo que no quiero hacer, en realidad no soy yo quien lo hace, sino el
pecado que está dentro de mí.
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21 Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo
esta ley: que el mal está en mí.
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21 Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo
la ley de que el mal está presente en mí.
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21 Así
que descubro esta ley: que cuando quiero hacer el bien, me acompaña el mal.
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21 Me
doy cuenta entonces de que, aunque quiero hacer lo bueno, sólo puedo hacer lo
malo.
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22 Porque según el hombre interior, me deleito
en la ley de Dios;
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22 Porque en el hombre interior me deleito con
la ley de Dios,
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22
Porque en lo íntimo de mi ser me deleito en la ley de Dios;
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22 En lo
más profundo de mi corazón amo la ley de Dios.
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23 pero veo otra ley en mis miembros, que se
rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado
que está en mis miembros.
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23 pero veo otra ley en los miembros de mi
cuerpo que hace guerra contra la ley de mi mente, y me hace prisionero de la
ley del pecado que está en mis miembros.
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23 pero
me doy cuenta de que en los miembros de mi cuerpo hay otra ley, que es la ley
del pecado. Esta ley lucha contra la ley de mi mente, y me tiene cautivo.
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23 Pero
también me sucede otra cosa: hay algo dentro de mí, que lucha contra lo que
creo que es bueno. Trato de obedecer la ley de Dios, pero me siento como en
una cárcel, donde lo único que puedo hacer es pecar. Sinceramente, deseo
obedecer la ley de Dios, pero no puedo dejar de pecar porque mi cuerpo es
débil para obedecerla. ¡Pobre de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo, que me
hace pecar y me separa de Dios? ¡Le doy gracias a Dios, porque sé que
Jesucristo me ha librado!
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24 ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este
cuerpo de muerte?
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24 ¡Miserable de mí! ¿Quién me libertará de
este cuerpo de muerte?
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24 ¡Soy
un pobre miserable! ¿Quién me librará de este cuerpo mortal?
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25 Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor
nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la
carne a la ley del pecado.
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25 Gracias a Dios, por Jesucristo Señor
nuestro. Así que yo mismo, por un lado, con la mente sirvo a la ley de Dios,
pero por el otro, con la carne, a la ley del pecado.
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25
¡Gracias a Dios por medio de Jesucristo nuestro Señor! En conclusión, con la
mente yo mismo me someto a la ley de Dios, pero mi naturaleza pecaminosa está
sujeta a la ley del pecado.
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