RV60a
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LBLA
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NVI
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TLA
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1
Viviendo
en el Espíritu
Ahora,
pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no
andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.
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1 Por consiguiente, no hay ahora condenación
para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne sino
conforme al Espíritu.
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1
Vida
mediante el Espíritu
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación
para los que están unidos a Cristo Jesús,[a]
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1 Por lo
tanto, los que vivimos unidos a Jesucristo no seremos castigados.
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2 Porque la ley del Espíritu de vida en
Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.
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2 Porque la ley del Espíritu de vida en
Cristo Jesús te ha libertado de la ley del pecado y de la muerte.
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2 pues por
medio de él la ley del Espíritu de vida me[b]
ha liberado de la ley del pecado y de la muerte.
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2 Ahora, por
estar unidos a él, el Espíritu Santo nos controla y nos da vida, y nos ha
librado del pecado y de la muerte.
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3 Porque lo que era imposible para la ley,
por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de
carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne;
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3 Pues lo que la ley no pudo hacer, ya que
era débil por causa de la carne, Dios lo hizo
: enviando a su propio Hijo en semejanza de carne de pecado y como ofrenda por el pecado, condenó al pecado
en la carne,
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3 En efecto,
la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por
eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de
pecadores,[c] para que se
ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la
naturaleza humana,
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3 Dios ha
hecho lo que la ley de Moisés no era capaz de hacer, ni podría haber hecho,
porque nadie puede controlar sus deseos de hacer lo malo. Dios envió a su
propio Hijo, y lo envió tan débil como nosotros, los pecadores. Lo envió para
que muriera por nuestros pecados. Así, por medio de él, Dios destruyó al
pecado.
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4 para que la justicia de la ley se cumpliese
en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.
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4 para que el requisito de la ley se
cumpliera en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al
Espíritu.
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4 a fin de
que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos
según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu.
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4 Lo hizo
para que ya no vivamos de acuerdo con nuestros malos deseos, sino conforme a
todos los justos mandamientos de la ley, con la ayuda del Espíritu Santo.
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5 Porque los que son de la carne piensan en
las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del
Espíritu.
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5 Porque los que viven conforme a la carne,
ponen la mente en las cosas de la carne, pero los que viven conforme al Espíritu, en las cosas del
Espíritu.
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5 Los que
viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal
naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en
los deseos del Espíritu.
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5 Los que
viven sin controlar sus malos deseos, sólo piensan en hacer lo malo. Pero los
que viven obedeciendo al Espíritu Santo sólo piensan en hacer lo que desea el
Espíritu.
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6 Porque el ocuparse de la carne es muerte,
pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz.
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6 Porque la mente puesta en la carne es
muerte, pero la mente puesta en el Espíritu es vida y paz;
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6 La
mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del
Espíritu es vida y paz.
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6 Si vivimos
pensando en todo lo malo que nuestros cuerpos desean, entonces quedaremos
separados de Dios. Pero si pensamos sólo en lo que desea el Espíritu Santo,
entonces tendremos vida eterna y paz.
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7 Por cuanto los designios de la carne son
enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco
pueden;
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7 ya que la mente puesta en la carne es
enemiga de Dios, porque no se sujeta a la ley de Dios, pues ni siquiera puede
hacerlo,
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7 La
mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios,
ni es capaz de hacerlo.
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7 Los que no
controlan sus malos deseos sólo piensan en hacer lo malo. Son enemigos de
Dios, porque no quieren ni pueden obedecer la ley de Dios.
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8 y los que viven según la carne no pueden
agradar a Dios.
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8 y los que están en la carne no pueden
agradar a Dios.
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8 Los que
viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios.
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8 Por eso,
los que viven obedeciendo sus malos deseos no pueden agradarlo.
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9 Mas vosotros no vivís según la carne, sino
según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si
alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él.
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9 Sin embargo, vosotros no estáis en la carne
sino en el Espíritu, si en verdad el Espíritu de Dios habita en vosotros.
Pero si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de El.
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9 Sin
embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu,
si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el
Espíritu de Cristo, no es de Cristo.
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9 Pero, si el
Espíritu de Dios vive en ustedes, ya no tienen que seguir sus malos deseos,
sino obedecer al Espíritu de Dios. El que no tiene al Espíritu de Cristo, no
es de Cristo.
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10 Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo
en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la
justicia.
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10 Y si Cristo está en vosotros, aunque el
cuerpo esté muerto a causa del pecado, sin embargo, el espíritu está vivo a
causa de la justicia.
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10 Pero
si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el
Espíritu que está en ustedes es vida[d]
a causa de la justicia.
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10 Por
culpa del pecado, sus cuerpos tienen que morir. Pero si Cristo vive en
ustedes, también el espíritu de ustedes vivirá, porque Dios los habrá
declarado inocentes.
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11 Y si el Espíritu de aquel que levantó de
los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo
Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora
en vosotros.
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11 Pero si el Espíritu de aquel que resucitó a
Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el mismo
que resucitó a Cristo Jesús de entre los muertos, también dará vida a vuestros
cuerpos mortales por medio de su Espíritu que habita en vosotros.
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11 Y si
el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en
ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida
a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes.
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11 Dios
resucitó a Jesús, y él también hará que los cuerpos muertos de ustedes
vuelvan a vivir, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Esto Dios lo
hará por medio de su Espíritu, que vive en ustedes.
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12 Así que, hermanos, deudores somos, no a la
carne, para que vivamos conforme a la carne;
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12 Así que, hermanos, somos deudores, no a la
carne, para vivir conforme a la carne,
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12 Por
tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la
naturaleza pecaminosa.
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12 Por
eso, hermanos, ya no estamos obligados a vivir de acuerdo con nuestros
propios deseos.
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13 porque si vivís conforme a la carne,
moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne,
viviréis.
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13 porque si vivís conforme a la carne,
habréis de morir; pero si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne,
viviréis.
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13
Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del
Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán.
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13 Si
ustedes viven de acuerdo a esos deseos, morirán para siempre; pero si por
medio del Espíritu Santo ponen fin a esos malos deseos, tendrán vida eterna.
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14 Porque todos los que son guiados por el Espíritu
de Dios, éstos son hijos de Dios.
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14 Porque todos los que son guiados por el
Espíritu de Dios, los tales son hijos de Dios.
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14
Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios.
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14 Todos
los que viven en obediencia al Espíritu de Dios, son hijos de Dios.
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15 Pues no habéis recibido el espíritu de
esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu
de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!
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15 Pues no habéis recibido un espíritu de
esclavitud para volver otra vez al temor, sino que habéis recibido un
espíritu de adopción como hijos, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!
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15 Y
ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino
el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: «¡Abba!
¡Padre!»
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15
Porque el Espíritu que Dios les ha dado no los esclaviza ni les hace tener
miedo. Por el contrario, el Espíritu nos convierte en hijos de Dios y nos
permite llamar a Dios: «¡Papá!»
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16 El Espíritu mismo da testimonio a nuestro
espíritu, de que somos hijos de Dios.
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16 El Espíritu mismo da testimonio a nuestro
espíritu de que somos hijos de Dios,
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16 El
Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios.
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16 El
Espíritu de Dios se une a nuestro espíritu, y nos asegura que somos hijos de
Dios.
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17 Y si hijos, también herederos;(A) herederos de Dios y coherederos con
Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él
seamos glorificados.
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17 y si hijos, también herederos; herederos de
Dios y coherederos con Cristo, si en verdad padecemos con El a fin de que también seamos glorificados con
El .
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17 Y si
somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo,
pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria.
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17 Y
como somos sus hijos, tenemos derecho a todo lo bueno que él ha preparado
para nosotros. Todo eso lo compartiremos con Cristo. Y si de alguna manera
sufrimos como él sufrió, seguramente también compartiremos con él la honra
que recibirá.
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18 Pues tengo por cierto que las aflicciones
del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros
ha de manifestarse.
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18 Pues considero que los sufrimientos de este
tiempo presente no son dignos de ser comparados con la gloria que nos ha de
ser revelada.
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18
La
gloria futura
De hecho, considero que en nada se comparan los
sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros.
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18 Estoy
seguro de que los sufrimientos por los que ahora pasamos no son nada, si los
comparamos con la gloriosa vida que Dios nos dará junto a él.
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19 Porque el anhelo ardiente de la creación es
el aguardar la manifestación de los hijos de Dios.
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19 Porque el anhelo profundo de la creación es
aguardar ansiosamente la revelación de los hijos de Dios.
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19 La
creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios,
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19 El
mundo entero espera impaciente que Dios muestre a todos que nosotros somos
sus hijos.
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20 Porque la creación fue sujetada a vanidad,
no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza;
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20 Porque la creación fue sometida a vanidad,
no de su propia voluntad, sino por causa de aquel que la sometió, en la
esperanza
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20
porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad,
sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza
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20 Pues
todo el mundo está confundido, y no por su culpa, sino porque Dios así lo
decidió. Pero al mundo le queda todavía la esperanza
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21 porque también la creación misma será
libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos
de Dios.
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21 de que la creación misma será también
liberada de la esclavitud de la corrupción a la libertad de la gloria de los
hijos de Dios.
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21 de
que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza,
para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios.
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21 de
ser liberado de su destrucción. Tiene la esperanza de compartir la maravillosa
libertad de los hijos de Dios.
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22 Porque sabemos que toda la creación gime a
una, y a una está con dolores de parto hasta ahora;
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22 Pues sabemos que la creación entera a una
gime y sufre dolores de parto hasta ahora.
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22
Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de
parto.
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22
Nosotros sabemos que este mundo se queja y sufre de dolor, como cuando una
mujer embarazada está a punto de dar a luz.
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23 y no sólo ella, sino que también nosotros
mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos
dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro
cuerpo.
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23 Y no sólo ella
, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu,
aun nosotros mismos gemimos en nuestro interior, aguardando ansiosamente la
adopción como hijos, la redención de nuestro cuerpo.
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23 Y no
sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del
Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como
hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo.
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23 Y no
sólo sufre el mundo, sino que también sufrimos nosotros, los que tenemos al
Espíritu Santo, que es el anticipo de todo lo que Dios nos dará después.
Mientras esperamos que Dios nos adopte definitivamente como sus hijos, y nos
libere del todo, sufrimos en silencio.
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24 Porque en esperanza fuimos salvos; pero la
esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué
esperarlo?
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24 Porque en esperanza hemos sido salvos, pero
la esperanza que se ve no es esperanza, pues, ¿por qué esperar lo que uno ve?
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24
Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no
es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene?
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24 Dios
nos salvó porque tenemos la confianza de que así sucederá. Pero esperar lo
que ya se está viendo no es esperanza, pues ¿quién sigue esperando algo que
ya tiene?
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25 Pero si esperamos lo que no vemos, con
paciencia lo aguardamos.
|
25 Pero si esperamos lo que no vemos, con
paciencia lo aguardamos.
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25 Pero
si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra
constancia.
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25 Sin
embargo, si esperamos recibir algo que todavía no vemos, tenemos que
esperarlo con paciencia.
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26 Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en
nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero
el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles.
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26 Y de la misma manera, también el Espíritu
nos ayuda en nuestra debilidad; porque no sabemos orar como debiéramos, pero
el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles;
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26 Así
mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué
pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no
pueden expresarse con palabras.
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26 Del
mismo modo, y puesto que nuestra confianza en Dios es débil, el Espíritu
Santo nos ayuda. Porque no sabemos cómo debemos orar a Dios, pero el Espíritu
mismo ruega por nosotros, y lo hace de modo tan especial que no hay palabras
para expresarlo.
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27 Mas el que escudriña los corazones sabe
cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios
intercede por los santos.
Más
que vencedores
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27 y aquel que escudriña los corazones sabe
cuál es el sentir del Espíritu, porque El intercede por los santos conforme a
la voluntad de Dios.
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27 Y
Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu,
porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de
Dios.
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27 Y
Dios, que conoce todos nuestros pensamientos, sabe lo que el Espíritu Santo
quiere decir. Porque el Espíritu ruega a Dios por su pueblo especial, y sus
ruegos van de acuerdo con lo que Dios quiere.
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28 Y sabemos que a los que aman a Dios, todas
las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son
llamados.
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28 Y sabemos que para los que aman a Dios,
todas las cosas cooperan para bien, esto es,
para los que son llamados conforme a su
propósito.
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28
Más
que vencedores
Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las
cosas para el bien de quienes lo aman,[e]
los que han sido llamados de acuerdo con su propósito.
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28
Sabemos que Dios va preparando todo para el bien de los que lo aman, es
decir, de los que él ha llamado de acuerdo con su plan.
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29 Porque a los que antes conoció, también los
predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que
él sea el primogénito entre muchos hermanos.
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29 Porque a los que de antemano conoció,
también los predestinó a ser hechos conforme a la imagen de su Hijo,
para que El sea el primogénito entre muchos hermanos;
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29
Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser
transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito
entre muchos hermanos.
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29 Desde
el principio, Dios ya sabía a quiénes iba a elegir, y ya había decidido que
fueran semejantes a su Hijo, para que este sea el Hijo mayor.
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30 Y a los que predestinó, a éstos también
llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a
éstos también glorificó.
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30 y a los que predestinó, a ésos también
llamó; y a los que llamó, a ésos también justificó; y a los que justificó, a
ésos también glorificó.
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30 A los
que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y
a los que justificó, también los glorificó.
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30 A los
que él ya había elegido, los llamó; y a los que llamó también los aceptó; y a
los que aceptó les dio un lugar de honor.
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31 ¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por
nosotros, ¿quién contra nosotros?
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31 Entonces, ¿qué diremos a esto? Si Dios está por nosotros, ¿quién estará contra nosotros?
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31 ¿Qué
diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en
contra nuestra?
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31 Sólo
nos queda decir que, si Dios está de nuestra parte, nadie podrá estar en
contra de nosotros.
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32 El que no escatimó ni a su propio Hijo,
sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él
todas las cosas?
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32 El que no eximió ni a su propio Hijo, sino
que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos concederá también con El
todas las cosas?
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32 El
que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros,
¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas?
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32 Dios
no nos negó ni siquiera a su propio Hijo, sino que lo entregó por nosotros,
así que también nos dará junto con él todas las cosas.
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33 ¿Quién acusará a los escogidos de Dios?
Dios es el que justifica.
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33 ¿Quién acusará a los escogidos de Dios?
Dios es el que justifica.
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33
¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica.
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33
¿Quién puede acusar de algo malo a los que Dios ha elegido? ¡Si Dios mismo
los ha declarado inocentes!
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34 ¿Quién es el que condenará? Cristo es el
que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra
de Dios, el que también intercede por nosotros.
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34 ¿Quién es el que condena? Cristo Jesús es
el que murió, sí, más aún, el que resucitó, el que además está a la diestra
de Dios, el que también intercede por nosotros.
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34 ¿Quién
condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la
derecha de Dios e intercede por nosotros.
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34
¿Puede alguien castigarlos? ¡De ninguna manera, pues Jesucristo murió por
ellos! Es más, Jesucristo resucitó, y ahora está a la derecha de Dios,
rogando por nosotros.
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35 ¿Quién nos separará del amor de Cristo?
¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o
espada?
|
35 ¿Quién nos separará del amor de Cristo?
¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o
espada?
|
35
¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la
persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia?
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35
¿Quién podrá separarnos del amor de Jesucristo? Nada ni nadie. Ni los problemas,
ni los sufrimientos, ni las dificultades. Tampoco podrán hacerlo el hambre ni
el frío, ni los peligros ni la muerte.
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36 Como está escrito:
Por
causa de ti somos muertos todo el tiempo;
Somos
contados como ovejas de matadero.(B)
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36 Tal como está escrito: POR CAUSA TUYA SOMOS
PUESTOS A MUERTE TODO EL DIA; SOMOS CONSIDERADOS COMO OVEJAS PARA EL
MATADERO.
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36 Así
está escrito: «Por tu causa siempre nos llevan a la muerte; ¡nos tratan como
a ovejas para el matadero!»[f]
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36 Como
dice la Biblia: «Por causa tuya nos matan; ¡por ti nos tratan siempre como a
ovejas para el matadero!»
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37 Antes, en todas estas cosas somos más que
vencedores por medio de aquel que nos amó.
|
37 Pero en todas estas cosas somos más que
vencedores por medio de aquel que nos amó.
|
37 Sin
embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos
amó.
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37 En
medio de todos nuestros problemas, estamos seguros de que Jesucristo, quien
nos amó, nos dará la victoria total.
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38 Por lo cual estoy seguro de que ni la
muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo
presente, ni lo por venir,
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38 Porque estoy convencido de que ni la
muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni lo presente, ni lo por
venir, ni los poderes,
|
38 Pues
estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los
demonios,[g] ni lo presente
ni lo por venir, ni los poderes,
|
38 Yo
estoy seguro de que nada podrá separarnos del amor de Dios: ni la vida ni la
muerte, ni los ángeles ni los espíritus, ni lo presente ni lo futuro,
|
39 ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra
cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor
nuestro.
|
39 ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra
cosa creada nos podrá separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús Señor
nuestro.
|
39 ni lo
alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del
amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.
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39 ni
los poderes del cielo ni los del infierno, ni nada de lo creado por Dios.
¡Nada, absolutamente nada, podrá separarnos del amor que Dios nos ha mostrado
por medio de nuestro Señor Jesucristo!
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